Dawit G, Girma Z y Simenew K
La leishmaniasis es una enfermedad de transmisión vectorial importante causada por protozoos intramacrófagos obligados del género Leishmania, y transmitida por la picadura de flebótomos hembras de los géneros Phlebotomus y Lutzomyia, en el viejo y nuevo mundo, respectivamente. Entre las 20 especies de Leishmania bien reconocidas que se sabe que infectan a los humanos, 18 son de naturaleza zoonótica, que incluyen agentes de formas viscerales, cutáneas y mucocutáneas de la enfermedad, tanto en el viejo como en el nuevo mundo. Actualmente, la leishmaniasis muestra una distribución geográfica más amplia y una mayor incidencia global. Los comportamientos ambientales, demográficos y humanos contribuyen al cambio del panorama de
la leishmaniasis cutánea y visceral zoonótica. Los principales huéspedes reservorios de Leishmania son mamíferos selváticos como roedores forestales, damanes y cánidos salvajes, y los perros son las especies más importantes entre los animales domésticos en la epidemiología de esta enfermedad. Estos parásitos tienen dos etapas básicas en su ciclo de vida: una etapa extracelular dentro del huésped invertebrado (flebótomo) y una etapa intracelular dentro de un huésped vertebrado. La coinfección con el VIH intensifica la carga de leishmaniasis visceral y cutánea al causar formas graves y más difíciles de controlar. La enfermedad es endémica de Etiopía y los signos clínicos no son patognomónicos. La forma visceral (kala-azar) puede confundirse con otras afecciones similares, como la malaria, la esplenomegalia tropical, la esquistosomiasis, la tuberculosis miliar y
la brucelosis. De manera similar, la leishmaniasis cutánea debe diferenciarse de enfermedades como las úlceras tropicales, el impétigo y la lepra. Existen varios métodos de diagnóstico de laboratorio de la leishmaniasis, incluidos los parasitológicos, inmunológicos y moleculares. Hay diferentes formas de tratamiento disponibles, que incluyen medicamentos orales, parenterales y tópicos, como antimoniales pentavalentes, anfotericina B liposomal, miltefosina y paromomicina. Los métodos de control se limitan en gran medida a la destrucción de los animales reservorios, el tratamiento de los seres humanos infectados y el control de las poblaciones de flebótomos.
El desarrollo de una vacuna eficaz contra la leishmaniasis ha sido en gran medida infructuoso y dificulta su prevención.