Iosif Tamas, Camelia Tamas, Anca Aginitei-Zbranca y Vladimir Poroch
El 28 de septiembre de 2014, el Santo Padre Francisco, por iniciativa del Consejo Pontificio para la Familia, participó en la jornada dedicada a los ancianos. El encuentro tuvo lugar en el mercado de San Pedro de Roma y en él participaron decenas de miles de ancianos y abuelos con sus familias provenientes de muchos países. El Papa Benedicto XVI emérito, invitado por el Papa Francisco, también participó en el encuentro titulado “Bendición de una larga vida”. También se apoyó la posición de la bioética, llamada a contrastar la cultura venenosa del “rebato” que ha hecho tanto daño a nuestro mundo. Los niños, los jóvenes (porque no trabajan), incluso los ancianos, pretenden mantener un sistema económico “equilibrado” donde no se encuentre a la persona, sino al dinero. Nosotros, los cristianos, junto con todas las personas de buena voluntad, estamos llamados a construir con paciencia una sociedad diferente: cálida, humana, inclusiva, que no tenga necesidad de descartar a los débiles de cuerpo y de espíritu, al contrario, una sociedad capaz de medir su propio “paso” sólo en función de los ancianos. Es esencial prestar atención a los ancianos más solos y abandonados. En este artículo analizamos la comprensión religiosa de la vejez a la luz de las Sagradas Escrituras (la larga vida y la muerte cercana; la experiencia vital y el progreso en la sabiduría; el antiguo símbolo de la eternidad), el envejecimiento de la piel y la posición de la Iglesia sobre la cuestión del cuidado de los ancianos, y explicamos cómo esta responsabilidad paliativa tiene una base ontológica y bioética en favor de los ancianos y no de los intereses de otros.