Andrés Zelar*
Los conjugados anticuerpo-fármaco (ADC) tienen como objetivo aprovechar la especificidad de los anticuerpos monoclonales (mAb) para administrar fármacos citotóxicos potentes de forma selectiva a las células tumorales que expresan antígenos. A pesar de su simple concepto, se deben tener en cuenta varios parámetros al diseñar los ADC óptimos, como la selección del antígeno diana adecuado y el método de conjugación. También se debe optimizar cada componente del ADC (el anticuerpo, el ligando y el fármaco) para lograr plenamente el objetivo de una terapia dirigida con una eficacia y una tolerabilidad mejoradas. Los avances de las últimas décadas han dado lugar a una nueva generación de ADC que comprende mAb no inmunogénicos, ligandos con estabilidad equilibrada y agentes citotóxicos muy potentes. Aunque siguen existiendo desafíos, el éxito clínico reciente ha generado un gran interés en esta clase terapéutica.