Jorge Bakris
La enfermedad renal diabética (ERD) es un problema de salud pública mundial. La diabetes sigue siendo la principal causa de enfermedad renal terminal (ERT) en el hemisferio occidental2 y se espera que su incidencia y prevalencia se dupliquen en la próxima década. En las últimas tres décadas, ha habido enormes avances en el tratamiento de la ERD, comenzando con los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA)/bloqueadores de los receptores de angiotensina (ARA), y culminando hasta ahora, con los inhibidores del cotransportador de sodio-glucosa-2 (SGLT2) y, más recientemente, los antagonistas de los receptores de mineralocorticoides no esteroideos (ARN-NS). Los mejores estándares de atención y las combinaciones de algunas de estas clases de medicamentos han dado como resultado una desaceleración del 85% de la progresión de la ERD en comparación con 1980. El uso de inhibidores de SGLT2 combinados con el bloqueo del sistema renina-angiotensina (RAS) de fondo, desacelera la progresión de la ERC en un 58% adicional en comparación con el bloqueo del RAS solo. Los inhibidores de SGLT2 redujeron simultáneamente y de manera más importante los resultados cardiovasculares, especialmente la insuficiencia cardíaca. Los ARM tienen un historial probado de reducción de la albuminuria, combate de la hipertensión resistente y disminución de las tasas de insuficiencia cardíaca en la enfermedad renal crónica. La hipercalemia ha sido el principal factor que ha limitado su amplia utilización. Finerenona, un ARM de acción prolongada, ha demostrado una reducción en la progresión de la enfermedad renal crónica y una reducción en la mortalidad cardiovascular asociada con la insuficiencia cardíaca con un bloqueo máximo del RAS de fondo. Hay ensayos en curso con AR de GLP-1 para ver también si retardan la progresión de la enfermedad renal crónica. En resumen, en condiciones ideales deberíamos tener 3 nuevas clases adicionales de agentes para 2024 para retardar la progresión de la enfermedad renal crónica.