Ivana Haluskova Balter
La microbiota de los niños menores de tres años es fluctuante y más influenciable por factores ambientales que la microbiota de los adultos. En el estilo de vida, la nutrición es uno de los factores clave junto con la higiene, las cesáreas, el uso de antibióticos y las vacunas. Existen varias enfermedades pediátricas asociadas con alteraciones de la microbiota intestinal como la atopia y el asma, la obesidad, la diabetes, las enfermedades inflamatorias intestinales y las enfermedades neurodegenerativas, y cada vez hay más evidencia científica sobre la relación entre la respuesta inmunitaria de la microbiota y las enfermedades transmisibles-infecciosas y tropicales. La lactancia materna, la introducción de alimentos sólidos, el estilo de vida regional y la dieta (variaciones geográficas) son factores que influyen en la microbiota intestinal. Independientemente del origen de los comensales asociados al intestino, varios estudios han intentado identificar el mecanismo por el cual la lactancia materna promueve la salud inmunitaria general a través de una vía enteromamaria. Los cambios en la composición de la microbiota en la primera infancia pueden alterar la susceptibilidad a desarrollar obesidad más adelante. Muchos estudios han demostrado que la presencia o ausencia de microbios específicos puede modular y programar cambios permanentes en la inmunidad, y estudios clínicos adicionales podrían ayudar a comprender las vías exactas de progresión de las enfermedades metabólicas. Las investigaciones han demostrado que el impacto de las tensiones de la dieta y los cambios ambientales en el huésped puede transmitirse de la madre a los hijos a través de la modulación epigenética del ADN por metilación. Por lo tanto, las exposiciones alimentarias y microbianas maternas también son cruciales para el desarrollo de la microbiota en las primeras etapas de la vida, ya que los niños pueden heredar genes con diferente potencial de predisposición a la desnutrición o la obesidad, según la dieta de su madre. Un estudio ha demostrado que el tratamiento de ratones obesos con Akkermansia muciniphila redujo los trastornos metabólicos inducidos por una dieta rica en grasas, como el aumento de masa grasa, la endotoxemia metabólica, la inflamación del tejido adiposo y la resistencia a la insulina. Al comprender las diferentes capacidades metabólicas y de obtención de energía de la microbiota intestinal de cada niño, podría haber apoyo para la elaboración de intervenciones basadas en la microbiota (ya respaldadas por datos preclínicos e investigaciones) para revertir la susceptibilidad a la obesidad en las primeras etapas de la vida, y los datos clínicos podrían respaldar la evidencia de las investigaciones. El abordaje terapéutico en la primera infancia y la mejora de la salud intestinal podrían ser una herramienta accesible para combatir la obesidad y la malnutrición. Existe una necesidad real de estudios clínicos globales de cohorte que examinen el microbioma y el metaboloma infantil desde el nacimiento y durante al menos el primer año de vida. La comprensión completa de los cambios relacionados con la enfermedad que se obtengan podría permitir la creación de intervenciones que cambien racionalmente la microbiota en los bebés para construir un entorno intestinal saludable desde una edad temprana, lo que es particularmente pertinente en los países emergentes.