Chandrashekhar P. Joshi y Akula Nookaraju
El agotamiento de las reservas de combustibles fósiles y la creciente demanda de energía han hecho necesaria la búsqueda renovada de fuentes de energía alternativas, como plantas y algas. Los biocombustibles de primera generación se producían a partir de almidón y azúcares (bioetanol) y de aceites de semillas (biodiésel). Sin embargo, pronto se asociaron negativamente con problemas como la competencia con el suministro de alimentos, cambios significativos en el uso de la tierra y muchas otras cuestiones éticas. La producción de biocombustibles de segunda generación a partir de materiales lignocelulósicos de hierbas y árboles requiere tecnologías de alto consumo que implican tratamientos previos extensos y enzimas celulolíticas costosas, lo que aumenta los altos costos del bioetanol de segunda generación. Recientemente, los biocombustibles de tercera generación derivados de microalgas han atraído la atención de los biólogos vegetales y los industriales debido a su rápido ritmo de crecimiento, su alta capacidad de fijación de CO2 y su alta capacidad de producción. Ahora también existe una prometedora cuarta generación de biocombustibles en el horizonte que implica la ingeniería metabólica de plantas y algas que poseen características como un alto rendimiento de biomasa, una mejor calidad de la materia prima y una alta fijación de CO2. También se están estudiando diversos procesos novedosos, como la gasificación, la pirólisis y la torrefacción, para mejorar el rendimiento energético total de la biomasa vegetal. Las investigaciones recientes en el área de los biocombustibles tienen como objetivo el desarrollo de plantas con una mejor calidad de la materia prima, el desarrollo de enzimas recombinantes para la degradación rápida de la pared celular, la mejora de la capacidad de los microorganismos para una fermentación eficiente y el descubrimiento de nuevos métodos para la utilización eficiente de plantas y algas para producir biocombustibles.