Taofik Oluwaseun Ogunkunle*, Timothy Olanrewaju Adedoyin, Samuel Kolade Ernest, Fatimah HassanHanga, Abdulazeez Imam, Rasaq Olaosebikan, Stephen Obaro
Antecedentes: Los niños con enfermedad febril aguda sin signos localizados suelen recibir antibióticos de forma empírica en la mayoría de los entornos con pocos recursos. Sin embargo, se sabe poco sobre la carga de bacteriemia en esta categoría de pacientes, por lo que se justifica una evaluación que oriente la práctica clínica y promueva el uso racional de antibióticos.
Métodos: Se realizó un seguimiento prospectivo de 140 niños menores de cinco años que presentaron fiebre aguda indiferenciada en la unidad de pediatría de urgencias/ambulatoria de un centro de atención de salud secundaria. Se obtuvo información clínica y de laboratorio inicial y se documentó en un cuestionario estructurado. Comparamos las características iniciales entre los participantes con bacteriemia y los que no la presentaban. Además, ajustamos un modelo de regresión logística multivariable para identificar los factores predictivos de bacteriemia en la cohorte.
Resultado: La prevalencia de bacteriemia fue del 17,1% y Salmonella typhi fue el patógeno aislado con mayor frecuencia (40,9%). La mayoría (78,6%) de los participantes del estudio fueron tratados como pacientes ambulatorios. Los participantes que requirieron ingreso tenían tres veces más probabilidades de tener bacteriemia en comparación con los tratados como pacientes ambulatorios (AOR -3,66 IC del 95%: -1,11 a 12,08). Hay un aumento del 14% en las probabilidades de bacteriemia (AOR 1,14, IC del 95%: -1,02 a 1,27) con un aumento diario en la duración de la fiebre. De manera similar, los participantes que fueron ingresados con letargo tenían 6,5 veces más probabilidades de tener bacteriemia (AOR - 6,46, IC del 95%: -1,27 a 32,80). Otros predictores significativos fueron la taquipnea y la linfopenia.
Conclusión: Entre los niños menores de cinco años con fiebre aguda indiferenciada, la duración más prolongada de la fiebre, el letargo, la hospitalización, la taquipnea y la linfopenia fueron los predictores significativos de bacteriemia.