Profesor Simachal Panda
La enfermedad de Alzheimer (EA) es una enfermedad neurodegenerativa en la que se producen cambios fisiopatológicos en
la placa amiloide y los ovillos neurofibrilares. Los estudios han revelado que el eje microbiota-intestino-cerebro. El intestino-cerebro tiene varias vías de conexión. El intestino y la médula espinal están conectados entre sí por el nervio vago. Los núcleos del tronco encefálico pueden requerir una conectividad directa con el cerebro. El sistema nervioso entérico puede ser estimulado por las bacterias intestinales. La circulación sanguínea puede conectar el cerebro y el intestino. Los probióticos son los microorganismos que dan una acción beneficiosa al cuerpo huésped. Los probióticos tienen la eficiencia de proporcionar sustancias que son beneficiosas para la inflamación y las enfermedades relacionadas. El estrés, el consumo de antibióticos, los malos hábitos alimenticios pueden conducir a riesgos para la salud debido al desequilibrio de la microflora en el intestino. La microbiota intestinal que produce sustancias químicas como monoamina y aminoácidos a través del sistema linfático y vascular puede llegar al cerebro. Su vínculo directo con la conectividad de la microbiota cerebro-intestino. La microbiota intestinal responde a los neurotransmisores señalizados por el cerebro. La flora tiene la capacidad de sintetizar y liberar neurotransmisores como serotonina, dopamina e histamina. La “neuroinflamación” se produce debido a la liberación de sustancias por parte de las neuronas. Es común en la enfermedad de Alzheimer. En este contexto, la idea desarrollada es que los probióticos pueden reducir la actividad antiinflamatoria en la enfermedad de Alzheimer mediante la alteración de la microbiota intestinal, lo que se conoce como disbiosis. Puede deberse a una infección intestinal o a la edad. Un patrón dietético saludable junto con prebióticos y probióticos equilibrados disminuyen los efectos neurocognitivos en la enfermedad de Alzheimer.