Rupesh Kumar Singh*
Con un número cada vez mayor de nuevos fármacos y operadores útiles en la línea de desarrollo preclínico, la administración de tranquilizantes se ha convertido quizás en el punto de control más importante durante el proceso de desarrollo de fármacos. En los últimos años, las partículas hidrofóbicas gigantes se desarrollan progresivamente con un fuerte potencial terapéutico, pero lamentablemente limitadas por su baja capacidad de absorción de líquidos, lo que resulta en una retención intestinal lenta, una eliminación sanguínea rápida, una vida media in vivo corta y una acción difusa. La administración de fármacos viene a responder a estas necesidades desatendidas, al proporcionar soluciones creativas con nuevos transportadores de fármacos, que protegen y transportan partículas con propiedades fisicoquímicas problemáticas, al tiempo que reducen su posible toxicidad y síntomas, a través de una mejor especificidad tisular y una focalización dinámica. Además, los cursos alternativos de administración se han utilizado como soluciones viables para el manejo de mezclas tópicas o basales, por ejemplo, la administración nasal, aspirativa y transdérmica que en los últimos años han estado recibiendo una atención crítica [1,2].