Fabio Franchi, Manuela Lucarelli y Livio Giuliani
La gripe es una enfermedad viral que se propaga durante el invierno en forma de epidemias o incluso pandemias. Las autoridades sanitarias internacionales y nacionales (principalmente en Italia) han amplificado enormemente su importancia clínica y social para promover y justificar las campañas de vacunación. Este objetivo se logra proporcionando al público información distorsionada o falsa. Estas distorsiones se refieren principalmente a cuatro aspectos: 1) la difusión real de los virus de la gripe; 2) la tasa de mortalidad relativa a esta enfermedad; 3) la eficacia de la vacuna; 4) la presencia de nuevos virus en las nuevas vacunas. Se analizarán cada uno de estos puntos. Se mostrarán datos reales, revisiones de la literatura y argumentos para su comparación. La conclusión es que: 1) la propagación de la enfermedad es aproximadamente 10 veces menor que la declarada; 2) la mortalidad es muy modesta, cuestionable y, en cualquier caso, mucho menor que la declarada; 3) la eficacia de la vacuna siempre ha demostrado ser muy inferior a la declarada anteriormente y ha producido a menudo resultados impredecibles y caprichosos; 4) Las vacunas contienen antígenos de virus que han circulado en los últimos 2-10 años, por lo que no pueden ser nuevas. La composición de las vacunas se decide mediante una especie de apuesta, que los expertos de la OMS realizan más de un año antes de su uso.
Por lo tanto, en caso de gripe, la alarma social es la base de la política sanitaria. El miedo lleva a adoptar la solución propuesta, que es una vacunación cada vez más generalizada. Tras analizar los datos reales, la lógica de esta medida preventiva resulta ser un fracaso.