Axel Dalhoff
La natamicina está aprobada en casi todo el mundo como aditivo alimentario para el tratamiento de superficies de quesos y embutidos. Su uso se considera seguro, ya que la natamicina es extremadamente sensible a la luz ultravioleta y a un pH ácido, por lo que es probable que los productos expuestos a la luz en la industria minorista y en las tiendas de alimentos estén libres de natamicina. Sin embargo, recientemente se ha autorizado el uso de una formulación de natamicina estable a los ácidos, al calor y a la luz en yogures en los EE. UU., así como en Australia y Nueva Zelanda. Además, el yogur se almacena en vasos sellados en estantes refrigerados, por lo que no estará expuesto a la luz y, por lo tanto, no se inactivará durante el almacenamiento. En consecuencia, la flora residente estará expuesta a la natamicina y puede ejercer una presión selectiva de resistencia sobre las especies fecales de Candida, seleccionando hipotéticamente cepas resistentes a la anfotericina B. En esta revisión, se ha evaluado la literatura para abordar la cuestión de si la natamicina puede fomentar la aparición de resistencia a los polienos. Esta preocupación está respaldada por los hechos de que, en primer lugar, la resistencia a los polienos podría provocarse in vitro e in vivo. En segundo lugar, como los azoles que se utilizan en la agricultura y en los hospitales, así como los polienos, comparten algunos mecanismos de resistencia comunes, existe un reservorio de resistencia a los polienos en los aislamientos fúngicos ambientales y clínicos. En tercer lugar, la natamicina puede amplificar la resistencia a la anfotericina B y, en cuarto lugar, la resistencia puede propagarse, en principio, entre los hongos mediante transferencia horizontal de genes. Para preservar la eficacia clínica de la anfotericina B para el tratamiento de infecciones graves y potencialmente mortales, el uso de natamicina como conservante de alimentos debe limitarse al mínimo absoluto.