Abstracto

La importancia científica del papel del conducto torácico en el transporte de células cancerosas: una revisión

Wilson Onuigbo

Este artículo llama la atención sobre el papel histórico del conducto torácico en el transporte de células cancerosas. Comienza con el importante trabajo de 1798 del gran Sir Astley Cooper, quien (i) creía que el conducto torácico era un vaso de gran importancia en la economía animal, (ii) llevó a cabo experimentos en cadáveres y perros y (iii) realizó la autopsia de un hombre que murió con cáncer testicular que se había extendido a través de los vasos linfáticos del cordón espermático hasta el conducto torácico. Otros gigantes epónimos posteriores, como Paget, Hodgkin, Warren y Andral, contribuyeron con su propia cuota al conocimiento del transporte de cáncer a través de este conducto. No es de extrañar que, en 1895, la metástasis embólica clásica estuviera firmemente registrada. Se citó un importante libro de texto moderno. Luego, se llamó la atención sobre las observaciones realizadas en 40 conductos torácicos enrollados. Se concluyó que la necrosis de las células cancerosas se producía de forma natural en algunos conductos durante el transporte desde el abdomen hasta el cuello y de vuelta al pecho en el momento de la muerte. En consecuencia, se planteó la hipótesis de que, si las células que se estaban muriendo activamente se recuperaban de pacientes que consintieran en hacerlo mediante canulación y videomicroscopía, la reproducción científica de este fenómeno normal probablemente apuntaría a una terapia dirigida y a una posible cura del cáncer.

Descargo de responsabilidad: este resumen se tradujo utilizando herramientas de inteligencia artificial y aún no ha sido revisado ni verificado