Nerida Kelton
Cada año se desperdician o pierden 1.300 millones de toneladas de alimentos en todo el mundo, lo que representa un tercio de todos los alimentos producidos para el consumo humano. Sin embargo, lamentablemente, cerca de 800 millones de personas pasan hambre en todo el mundo todos los días. La pandemia mundial también ha acercado mucho más el problema de la inseguridad alimentaria a países desarrollados como Australia.
Lamentablemente, Australia es uno de los países con mayores índices de desperdicio y pérdida de alimentos del mundo, con un asombroso 34% (2,5 millones de toneladas) de todos los alimentos desperdiciados en los hogares, seguido muy de cerca por un 31% (2,3 millones de toneladas) en la producción primaria. En términos económicos, el desperdicio de alimentos en Australia se ha convertido en un problema de 20 mil millones de dólares que hace que cada persona desperdicie una media de 298 kg de alimentos al año. A eso hay que añadir los impactos ambientales que se esconden detrás de la producción de alimentos, como el agua, la tierra, la energía, la mano de obra, el capital y el hecho de que una cantidad excesiva de alimentos desperdiciados acaba en vertederos y genera emisiones de gases de efecto invernadero.
Australia necesita construir un sistema alimentario sostenible que ofrezca seguridad alimentaria, tenga en cuenta los impactos sociales, económicos y ambientales y que evite que los residuos alimentarios terminen en los vertederos. Aquí es donde el innovador diseño de envases alimentarios sostenibles (SFP) tiene un papel que desempeñar dentro del sistema alimentario.