Sunil J. Wimalawansa
Las principales manifestaciones de la malnutrición o desnutrición grave causadas por deficiencias de macronutrientes son el marasmo, una enfermedad que provoca retraso del crecimiento; emaciación; bajo peso o kwashiorkor; o una combinación de estos. Las insuficiencias de micronutrientes causan una variedad de trastornos, y la corrección de estas deficiencias en forma individual tiene un costo prohibitivo. Por lo tanto, la fortificación de alimentos es una solución aceptada, práctica y asequible para superar este problema. El costo de agregar vitaminas y minerales a los alimentos de consumo común es muy bajo; se estima que oscila entre el 0,5% y el 2,0% del costo de un alimento básico típico. Para las fórmulas que incluyen vitamina A y D, hierro, zinc y ácido fólico, el costo es de aproximadamente US$8 a US$10 por tonelada métrica. Si una persona consume 100 g/día (37 kg/año) del producto final, el costo de la fortificación es de aproximadamente US$0,40 por persona/año; un costo que es asequible para la industria y los consumidores. En el caso de fórmulas más complejas, como la mezcla de maíz y soja del Programa Mundial de Alimentos (PMA), el costo aumenta a 1 dólar estadounidense por persona y año. El PMA estima que el costo mínimo normal de una “canasta de alimentos” es de aproximadamente 0,25 dólares estadounidenses por persona y día, o 92 dólares estadounidenses por año. Por lo tanto, el costo de agregar micronutrientes es aproximadamente el 0,6% de los alimentos de la canasta básica o, en el extremo superior, alrededor del 1% del costo agregado. Sin embargo, los resultados de aliviar las deficiencias de micronutrientes, reducir la carga de enfermedades y la relación costo-beneficio son excepcionales. Especialmente los pobres, que viven en los países en desarrollo, serían los que obtendrían el mayor beneficio. Además de mejorar la producción de alimentos saludables y asegurar su amplia disponibilidad y asequibilidad, la industria alimentaria debería desarrollar constantemente alimentos saludables y nutritivos utilizando tecnologías innovadoras y comercializar estos productos a los consumidores a precios asequibles. Se deben diseñar programas de fortificación de alimentos con micronutrientes que sean rentables y prácticos para agregar micronutrientes a alimentos básicos comunes, como la harina o el arroz sancochado, dependiendo de los hábitos culturales y alimentarios de las personas en un país determinado.